Altar al Dios desconocido
Los hombres son para los ángeles lo que el queso es para la leche, ¿y qué es el hombre? Cadáver de ángel.
Porque mientras pasaba y observaba los objetos de vuestra adoración, hallé también un altar con esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Pues lo que vosotros adoráis sin conocer, eso os anuncio yo.
Hechos 17:23
LA MULTITUD SANTA FORMA UNA ROSA EN EL EMPÍREO (10/10/2024: Texto leído en THE XXX CONFESSIONS, ciclo de lecturas confesionales con María Cecilia como parte de la exposición fotográfica El fin del mundo de Jesús León (Chino Libros). Se leyó en el Piso 9 del corporativo Reforma 404, en la galería de Proyectos Multipropósito.)
El año pasado, el grupo de fundamentalistas católicos Civitas protestó en contra de la presentación de la compositora y organista Kali Malone en una catedral de la localidad de Carnac en Francia. Se manifestaron afuera de la iglesia con pancartas que se oponían a ese concierto “profano”, argumentando que la casa del Señor no era lugar para “piezas acústicas subversivas” y conciertos de “electro”. Non à l’homofolie. Basaron su evaluación en los títulos de las canciones de Kali Malone, específicamente una que se llama “Sacer Profanare”, que en español significa “profanar lo sagrado”. Es como, vro, ¿qué te digo? No existe la diferencia entre lo profano y lo sagrado. Todo es sagrado. Literal Dios excede toda medida: está presente y ausente, está en todo ser y fuera del ser, todo lo llena, pero nada lo abarca.
Yo amo la Capilla de Rothko porque es un templo con paredes de estuco para los adoradores de la nada. Cuando estás ahí, las catorce pinturas de Rothko, catorce lienzos monumentales pintados al óleo con diferentes tonalidades de negro, son todo lo que hay. Todo lo que siempre ha habido y siempre habrá. No hay nada más. En su escasez y estoicismo, la Capilla de Rothko lo es todo. Estar ahí pone a prueba nuestra paciencia y nuestras creencias, nos obliga a creer que hay algo ahí donde no hay nada. Entonces la paciencia se transforma en resistencia y, ultimadamente, en fe.
En el 2011 vimos a Wilfrido Terrazas y José Luis Hurtado interpretar la pieza de Morton Feldman “For Christian Wolff” para piano y flauta en la Sala Carlos Chávez de la UNAM. Una pieza de tres horas ininterrumpidas en la que no pasa gran cosa. Por ahí de la segunda hora, Wilfrido Terrazas se empezó a pedorrear por el esfuerzo heroico de tocar la flauta durante tanto tiempo, como un recordatorio de que no todo lo que es oro brilla, y no somos solo espíritu, sino también cuerpo.
En mi mente, Morton Feldman y Mark Rothko son la misma persona: nadie. Ambos se han sustraído de su obra a través del silencio y el vacío, respectivamente, para representar la nada. Lograron traer a Dios ahí donde antes no había nada. No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Amo los gimnasios porque son catedrales de la era espacial, llenas de máquinas cuyo sentido es incomprensible porque su forma no revela su función: una tecnología potencialmente destructiva diseñada para la optimización y mejora del cuerpo. Amo McDonald’s porque como la iglesia alimenta y envenena a todos por igual: ricos y pobres, jóvenes y viejos, negros, gitanos, asiáticos y mexicanos. Humanos y ratas sin distinción. Amo también los centros comerciales porque son espacios ceremoniales para una era desprovista de espíritu. Cuando me pido un espresso americano en el Starbucks Reserve de Artz Pedregal desaparezco para volverme parte de algo más grande y que nos supera a todos: el capital, tan solo otra de las tantas formas del Espíritu Absoluto, que se reconoce a sí mismo en todas las cosas.
Por eso amo la idea de confesarse en el noveno piso de un corporativo en Reforma. El noveno y último piso del Paraíso en la Divina Comedia es el Primer Móvil, el punto absoluto de donde surge toda la creación, donde Dios es una estrella rodeada de círculos concéntricos habitados por ángeles y espíritus celestiales. Dante explica que es imposible describir lo que ahí se ve, por lo que al lector solo le queda encomendarse a la fe y confiar en que lo que ahí se ve, en el noveno piso del Paraíso, Reforma 404 Piso 9, es la belleza más grande que existe, una belleza incapaz de contenerse en palabras; que la fe es el argumento de las cosas invisibles.
Estamos en el cielo, literalmente suspendidos en el aire, y el Paraíso está en todas partes. No hemos perdido nada con la muerte de Dios. Nada realmente. La misa católica es una herencia de los ritos dionisíacos, que a su vez son una herencia del Oriente. El Espíritu viaja por el tiempo y el espacio para estar en todas partes, en todo momento. No hay nada que podamos hacer para huir de él ni para detenerlo. Tan solo podemos asumir nuestro papel como simples funcionarios, burócratas del Espíritu Absoluto. Hay putas catedrales por todas partes para los que tienen ojos para ver, bro.
“Las insondables cosas
que aquí se me han mostrado abiertamente,
tan ocultas están a los ojos del mundo,
que tan sólo en la fe su ser subsiste,
y en esa fe se funda la esperanza:
por eso tiene rango de sustancia.
Y a partir de esa fe argüir debemos
la realidad de cosas que no vemos:
por eso tiene rango de argumento.”
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Primer acto: Dios existe, digo. Golpeo la mesa y rompo un plato.
El primer acto es el principio universal de todos los actos porque es infinito, todo es todo todo todo conteniéndolo todo en sí mismo virtualmente: Dios, oculto en la tiniebla más que luminosa del silencio. A partir de este principio, la creación se manifiesta sucesivamente en un orden jerárquico, de mayor a menor perfección. Todos somos emanaciones de la misma sustancia única y perfecta que van siendo sucesivamente más imperfectas conforme se alejan de la fuente original, pero tú te pasaste de perfecta princesa, no merezco reconocerme como parte de la misma sustancia que te creó.
Manifestar equivale a complicar. La divinidad es Simple y transparente. Al manifestarse se complica, y en cada sucesiva emanación se vuelve más y más compleja e incomprensible para el entendimiento. El intelecto siempre preferirá lo simple sobre lo complejo, y el discurso, al multiplicar las explicaciones, multiplica también los velos que ocultan a Dios de nuestra mirada. La unión del intelecto con el Inefable se obtiene por el silencio y el no saber. No hacer nada es un acto de fe sin igual.
Es como una cebolla, Simple y perfecta. Cada capa es una manifestación sucesiva del principio único, que es la cebolla completa. Y en el centro de la cebolla no hay nada. Si pelas una cebolla hasta el final, la cebolla desaparecerá. Eso es Dios. Y la cebolla completa también es Dios. Y cada una de las capas también es Dios. Pues este Rayo nunca pierde nada de su propia unidad singular, en cambio se multiplica y actúa, como es propio de su bondad, para unificar, ennobleciendo y congregando, a los seres que están bajo su providencia.
Dentro de la jerarquía de los espíritus celestes, en primer lugar de cercanía con Dios, en el círculo de Dios, están los querubines y los serafines. Debajo están las dominaciones, virtudes y potestades, luego los principados, arcángeles y ángeles, y finalmente están los hombres, dispuestos también según una jerarquía sagrada, porque no todo el mundo es santo, ni todos pueden conocer. A algunos les es dado conocer los misterios del cielo, mientras que a otros, esclavos de los sentidos, la neta no. Y en el nivel más bajo de la jerarquía están las plantas y las máquinas, que solo conocen el silencio y la gracia. Purificación, iluminación, perfección.
Debemos decir que los ángeles son el vestíbulo de Dios, como las almas son el vestíbulo del Logos, como la física es el vestíbulo de la Filosofía, y como la máquina es el vestíbulo del Hombre.
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He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Éxodo 23:20
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Dice el místico bizantino Pseudo Dionisio Aeropagita:
[…] toda jerarquía tiene como fin el ocuparse indefectiblemente en la imitación de Dios configurándose con Él, y toda función jerárquica tiene la doble tarea santa de recibir y transmitir la purificación inmaculada, la luz divina, el saber que lleva a la perfección.
y
El orden sagrado dispone que unos sean purificados y que otros purifiquen, que unos sean iluminados y que otros iluminen, que unos sean perfeccionados y que otros perfeccionen, cada cual deberá imitar a Dios en la forma que le corresponde.
Es decir que le corresponde a las jerarquías más altas llevar a las más bajas hacia el perfecto conocimiento de Dios. La ley nos ha llegado por medio de los ángeles a fin de que aprendamos cuál es el orden establecido por Dios, para que los seres inferiores se eleven a Dios por medio de las jerarquías superiores. Y al elevarse, vuelvan a su punto de partida y restauren su condición original de perfección.
Valiéndose de imágenes sensibles, los órdenes superiores hablan de lo trascendente y transmiten el misterio de la unidad por medio de la multiplicidad, el misterio del vacío por medio de la forma. Porque nuestro entendimiento, que tiende hacia lo simple, no puede ser elevado a la imitación y contemplación inmaterial de las jerarquías celestes si no es ayudado por los medios materiales.
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Apocástasis: Retorno de todas las cosas o de cualquiera de ellas a su primitivo punto de partida. Restitutio in pristinum statum.
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Hacer algo, hacer nada, no hacer algo y no hacer nada.
Todo sobre todo sobre todo nada nada nada todo todo todo todo todo simultáneamente y a la vez al mismo tiempo nada. Un recuadro blanco sobre un fondo negro o viceversa, y Dios también. Dios es un cuadro blanco sobre un cuadro menos blanco, ligeramente rotado a la derecha. O sea, Dios es una figura geométrica con forma de paloma blanca viviendo debajo de un puente. Dios vive abajo de un puente y luego murió pero sigue vivo, sigue vivo. Dios está vivo: es un hielo derritiéndose afuera de un museo— a veces hacer algo no conduce a nada.
Todo es la verdadera y auténtica revelación: dinero dinero dinero dinero. Mi relación con Dios no es complicada. Creo en la dicha y en la desgracia. ¿No me vertiste como leche y como queso me hiciste cuajar?, le reclama Job a Dios. No, no reclama, exige, le grita al vacío un reclamo a nadie. Yo creo en Dios y creo en nada. La diferencia entre un ángel y un demonio es geométrica, de ángulo y perspectiva. También metabólica: si la digestión es buena, uno puede mentir y hacer travesuras sin el menor remordimiento, si la digestión es mala, uno se pone a pensar en Dios y la salvación del hombre. La diferencia entre un perverso y un asceta, entre un demonio y un ángel, es una cuestión de metabolismo. El demonio es rojo y el ángel negro como el corazón de la noche.
Baby soy un DJ chino no tengo tiempo para nada. A veces lo quiero todo: todo el dolor, todo el amor, todo el odio, pero a lo mucho puedo conformarme con nada, porque solo Dios puede todo. Salí del cine con menos órganos de los que tenía cuando entré. Podría elevarme por los cielos y desaparecer en el aire. Ver el cielo y los árboles y luego suicidarme. Eres hermosa, y también estás sola. Hay algo obliterante en la luz de un ángel: el miedo helado y la alegría extática que genera su presencia. Más allá del bien y del mal, más allá de la ironía y la sinceridad, más allá de lo cringe y lo basado… está la luz de Dios, de la que los ángeles son tan solo un pedazo. Y nosotros. Un ángel con una chamarra Céline. Un cuadro negro sobre un espacio blanco.
Ahí en donde alguna vez estuvieron las Torres Gemelas ahora solo hay un agujero. Un cuadrado negro por el que cae el agua como una cascada, y adentro del cuadrado negro hay otro cuadrado negro en cuyo interior puede distinguirse una oscuridad palpitante. El agua de las cascadas corre hacia el abismo, desesperadamente, como la imagen del agua en el vaso: que solo es un tumbo inmarcesible, un desplome de ángeles caídos a la delicia intacta de su paso. Los ángeles se precipitan dando tumbos hacia el abismo. El vaso de agua es como una torre de ángeles tambaleándose hasta desplomarse. El ángel de la historia nos observa desde lejos, más allá de la tormenta del progreso. Tiene las alas abiertas y no las puede cerrar. Hay una sola forma de participar en la Historia, y es la de no tener voluntad en absoluto, como el fuego brillante de una joya preciosa.